jueves, 12 de septiembre de 2013

Bailando con el Príncipe

Un ciclo sin fin es el que ella está viviendo, atormentada y aterrada, intenta no ver a aquellos hombres, intenta no pensar en la relación que ellos puedan tener, quiere escapar y al mismo tiempo le quiere hablar… termina la canción y se ve interrumpida por el Rey…
–A llegado la hora de bailar –dice éste haciendo una señal a la ninfa de que puede descansar.
La música comienza en los bellos instrumentos de los músicos de la corte, cada caballero invita a cada doncella a bailar, cada doncella, cada princesa, condesa o duquesa, espera ser la elegida del Príncipe como su compañera de baile…
Ella que tímida es, espera ser invitada por aquel al que vino a buscar y se pregunta si el desea hacerlo, mira en dirección hacia él pero no deja de sentirse incomoda por aquel otro hombre que silencioso la vigila, solo espera que éste no sea quien quiera bailar con ella…
Sus pensamientos se ven interrumpidos por una agradable voz masculina, es el Príncipe quien amablemente le pide que bailen, ella casi sin palabras acepta y comienzan a bailar, todos están sorprendidos, aquella chica no solo es una excelente cantante, también es una exquisita bailarina. La reina sin duda piensa que hizo una gran elección y cree que las sospechas de Mérida pueden ser ciertas, Mérida está orgullosa de su amiga, el Rey se ve seducido por aquella mujer que no tiene la mínima intención de hacerlo, y el resto de las doncellas parece odiar a aquella hermosa mujer que sin intentarlo ha conseguido ser la elegida del Príncipe.
Aquel caballero a quien ella vino a buscar se levanta y pide a otra doncella bailar, ella lo mira desconcertada, pero ¿Qué puede pensar en una situación así alguien que viene del bosque y no comprende las relaciones humanas? en fin se limita a tratar de disfrutar la compañía de su alteza real el Príncipe.
El otro caballero, el que parece vigilarla, se encuentra sentado cerca de la mesa real, la observa, la sigue con la mirada allá donde ella danza, no parece parpadear y no parece querer perderse un solo detalle de lo que hace aquella chica, asustada tropieza y se ve recobrada con la dulce y gallarda voz de su compañero.
– ¿Está todo en orden mi lady? –pregunta un tanto desconcertado el Príncipe.
–Sí, –contesta la damisela –es solo que me siento un tanto abrumada–.
–Y… ¿Se puede saber por qué? –volvió a preguntar el varonil caballero.
–Es solo que no entiendo como alguien como usted puede invitarme a bailar, siendo yo una plebeya –se apresuró a contestar la ninfa.
–Yo no estaría tan seguro –dijo aquel hombre –he oído que no tienes muchos recuerdos desde el accidente en el barco en que venias bordo, además independientemente de ello yo solo quiero evitar bailar con las otras chicas, no pretendo conquistarte.
–Y, ¿Por qué las evita?
–Bueno, mis padres esperan que consiga esposa en esto días y la verdad no tengo intensiones de hacerlo, esa es la razón por la que todas ellas viene a este palacio, tú te has presentado como una plebeya y no hay manera de que entre tú y yo haya algo, además aunque fueras de la realeza solo me interesarías como una amiga y no como algo más.
–Entonces ¿Yo soy como su señuelo?
–Algo parecido… pero basta de hablarme de usted, sé que soy de una clase distinta a la tuya, o al menos eso parece pero no eres tan joven y yo no soy tan viejo como para que tengas ese tipo de formalidades conmigo, si vamos a vivir en el mismo palacio y vamos a ser buenos amigos… creo que debemos tenernos un poco más de confianza no te parece
–Tal vez…
–Ahora porque no salimos de aquí y vamos a charlar un poco al jardín, debe ser sofocante para alguien que ha cantado casi toda la noche seguir aquí.

Y diciendo esto salieron los dos del enorme salón de baile donde estaban las mujeres celosas y los dos caballeros que la intrigaban.

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